Me permito compartir un escrito que redacté hace algún tiempo.
En épocas de posmodernidad el tiempo, la competitividad y la búsqueda de los resultados hacen de este mundo, un lugar donde el egocentrismo y el narcisismo contrastan con la perdida de algunos extraños o desconocidos, pasados de moda o quizás abstractos factores que deben regular nuestras relaciones interpersonales: “Los Valores”.
Todos los avatares diarios y la extrema necesidad de ser los “Mejores”, trabajar con “Calidad” y llegar a tener “éxito” o quizás mantenerse en el lugar que ocupamos, hace que afloren nuestros más íntimos y arraigados miedos, que lo único que hacen en ocasiones, es llevarnos a una extremada imposición de nuestros pensamientos o ideas. En este punto se encuentran las relaciones posmodernas, entre la imposición y el aceptar al otro, respetarlo y nunca en la vida pretender que sea como nuestro “Yo”. Tal como lo relata el Dr. Nate Booth en su Libro que lleva por nombre su propuesta “La regla de diamante”, “Trata a las personas como quisieran ser tratadas ellas” alude sobre la importancia de entender al otro y prestar atención a lo que necesita realmente; es allí el punto donde el respeto vence cualquier pretensión de imposición, viene a ser como aquel pegante de las sociedades modernas que nace de un principio que encontramos en la Biblia, el amor. Es “simple” como dice un amigo pero grandioso cuando lo llevamos a la práctica.
